jueves, 6 de marzo de 2008

CONFESIONES DEL TÍO TOÑO: EL REPARADOR

El texto que sigue me lo ha enviado el tío Toño para que lo suba a nuestro rincón familiar, así como la foto:

"Después del manifiesto del otro día no puedo pediros que participéis sin comenzar yo con alguna aportación, no sea que me digáis que veo los toros desde la barrera. Así que me lanzo al ruedo.

Lo primero que tengo que deciros es que mi verdadera profesión, la auténtica, la que llevo dentro, es la de Reparador. Lo mío es reparar. Lo descubrí hace muchos años viendo una película china. En ella aparecía un personaje que se llamaba “El Reparador”. Algo así como el afilador, que conocimos de niños, y que recorría las calles con una bicicleta y una especie de flauta. Daba su particular flautido y gritaba ¡El Afilador! Se afilan cuchillos, tijeras, navajas...¡El Afilador!. Pues bien este chino de la película era El Reparador, y visitaba los pueblos reparando platos y vasijas rotas, con unos alicates y unas grapas. Entonces comprendí que yo también era El Reparador. No hay cosa que no caiga en mis manos que no repare. Se rompe un objeto: lo pego. Me encuentro algo en mal estado: lo recojo, lo desarmo y lo arreglo. Un aparato deja de funcionar: lo desmonto, busco si hay algo raro, lo vuelvo a montar y funciona. Se pica una tubería: pico la pared, corto el tubo, hago un empalme y queda reparado. Lo mío ya es obsesivo, y claro esta forma mía de ser me plantea múltiples problemas, incluso conyugales. Porque recupero cosas viejas, no quiero tirar nada que se estropea, pensando en repararlo, delante de un envase, un frasco vacío, un trozo de tubo o cualquier objeto inútil, me quedo pasmado, pensativo buscándole una utilidad, una posible futura utilización, incluso, ¡echaros a reir!, la eventualidad de transformarlo en obra de arte. Y claro todo esto provoca reacciones justificadas de mi entorno invitándome a desechar tan peregrinas ideas y a eliminar tanto trasto inútil. Yo lo entiendo, me lo reprocho e incluso alguna noche no puedo dormir atormentándome por no poder superar este vicio obsesivo mío de la reparación. He llegado incluso a imponerme alguna penitencia para sobreponerme a semejantes desvíos. Por ejemplo un día cogí una lata de espárragos vacía y me la colgué del cuello. Otro día cogí una moñiga de caballo y la metí en una bolsita que colgué del cinturón. Pero nada, a los cinco minutos ya había encontrado un sitio para la boñiga en el compost y la lata la puse en el balcón con un pensamiento dentro. No tengo solución. A lo mejor vosotros me ayudais a superarlo. Por eso me he decidido a abriros mi corazón y contaros este vicio oculto mío, que tanto me atormenta. Lo único bueno que tengo es que no soy masoquista. Y para demostrarlo os incluyo aquí unas fotos de tres de mis recuperaciones que llegaron a buen término.
- Ese jarrón era de mi suegra, una preciosidad. Pero un mal día recibió un golpe y cayó por la escalera haciéndose añicos. Yo recogí los restos en una caja y la guardé. Aquel verano, de hace más de 20 años, me lo pasé pegando los trocitos y aquí lo tenéis.
- Ese sillón de madera me lo encontré roto en un contener, delante del nº 67 del Paseo de Zorrilla. Fui a comprar flores a una floristería que hay allí y no resistí la tentación. Lo desmonté, lijé, pegué las piezas rotas, monté de nuevo, le dí una mano de pintura y lo tapicé. .
- El sillón de despacho lo encontré en otro contenedor, en Madrid, en un viaje de trabajo. Tenía el asiento destrozado y era insentable(!!), pero el armazón metálico estaba sano. Así que con una placa de madera y un pequeño reajuste mecánico lo he dejado a punto. Es mi asiento habitual delante del ordenador.

Aunque tengo algunas compensaciones como las que os acabo de describir, esta es mi tragedia personal y no puedo evitarlo. Soy Reparador. Espero vuestra comprensión y apoyo para superar esta manía que me domina y me trastorna. Quizás un día me repare por dentro y deje de reparar todo lo que me rodea.
El Reparador"